Abstract: The Pazo de Santa Cruz has one of the most outstanding Galician historical gardens, with a majestic promenade lined with centuries-old olive trees and an enigmatic 18th century garden
La Granja de Ortigueira
El Pazo de Santa Cruz de Rivadulla posee uno de los más destacados jardines históricos gallegos. Su origen se remonta al siglo XVI, cuando la propiedad era una explotación agrícola conocida como “Granja de Ortigueira”, denominación que aún hoy, se sigue utilizando.

Durante siglos los Pazos Gallegos representaron el poder económico, político y militar de las comarcas en las que se encontraban y estas construcciones nobles solían rodearse de espléndidos jardines, símbolos del poder de sus propietarios. Otro gran ejemplo, muy cercano a éste, es el famoso Pazo de Oca.

Al llegar a la finca de Ortigueira encontramos la entrada señalizada por un cruceiro y, enseguida, descubrimos el edificio principal de estilo barroco que, junto a la capilla, forman la zona de acogida.


Allí se encuentra la fuente de la Coca, integrada en una de las edificaciones, cuya finalidad era impresionar a los visitantes. Su nombre se refiere al dragón alado de la mitología gallega, símbolo heráldico del linaje de Mondragón, primer Marqués de Rivadulla.

Tras el edificio, descubrimos un estanque con una pequeña fuente, antesala de los hermosos jardines donde podremos descubrir distintos árboles incluidos en el Catálogo de árboles singulares de Galicia.

El primero de ellos, un hermoso ombú (Phytolacca dioica), lo encontramos junto al acceso al jardín de huerta, una de las dos zonas principales en que se divide el jardín.
El paseo das Oliveiras
Efectivamente, tras el arco entramos en un espacio de cultivo, cuya actividad principal actual es la producción de camelias. En esta zona nos espera una gran sorpresa, sin duda la imagen más icónica del jardín.

Se trata del maravilloso paseo flanqueado de olivos centenarios que datan de la segunda mitad del siglo XVI cuando se amuralló el recinto, que dividen las parcelas agrícolas separándolas por avenidas de olivos, por las que se puede acceder a todas ellas.


El Paseo das Oliveiras impresiona por su belleza. Sus olivos centenarios, de enormes ramas y robustos troncos, forman un potente eje visual que nos conduce a través de los campos y nos invita a caminar bajo su sombra.


El conjunto está formado por más de 500 olivos centenarios plantados formando grandes cuadrículas que además de producir hasta el siglo XX el aceite de la «Granja de Ortigueira», delimitan las parcelas de cultivo,

En los laterales de la finca, son la vides emparradas en pérgolas, otro de los cultivos históricos de la propiedad, quienes toman el relevo a los olivos, sombreando los caminos y fijando las visuales.


Al final de esta zona, destaca poderosamente un enorme roble piramidal (Quercus robur Fastigiata), de más de 4,5m de circunferencia de tronco y casi 30 metros de altura.

Es también una parra sustentada sobre nobles pilares de piedra labrada, y de mayor altura para facilitar el paso a caballo, quien nos conduce por el acceso primitivo, de la zona de huertas hacia el jardín ornamental y al palacio.
El Jardín ornamental
Exceptuando una zona de nueva creación junto al edificio, donde se muestran las camelias junto con distintos parterres floridos, el conjunto no ha sufrido grandes modificaciones des del siglo XVIII.

En esta zona, las camelias brillan por su esplendor. Bordean el camino ofreciendo una floración heterogénea a principios de primavera. Este arbusto es muy importante en Santa Cruz, ya que se exportan más de 100.000 ejemplares al año e incluso posee una variedad que lleva su nombre.


Enseguida encontramos un invernadero y un pequeño estanque circular, rodeados por una exuberante flora, entre la que destaca un helecho gigante (Dicksonia antarctica), dos grandes washingtonias, rododendros, árboles de Júpiter, criptomerias y, al fondo, unos enormes magnolios.


Originalmente, este lugar presentaba un trazado formal de estilo renacentista, que el paso del tiempo ha ido difuminando a medida que nos alejamos del edificio, donde la vegetación se ha ido adueñado del jardín.

El viejo jardín presenta hoy mayoritariamente un aspecto asilvestrado, la cual cosa acentúa, si cabe, el carácter romántico que lo caracteriza. Un gigantesco alcornoque emergiendo entre la espesa arboleda es una gran muestra de ello.

Un poco más allá, perdido entre la vegetación, un estanque rectangular en el que flotan los nenúfares, refleja la inmensidad de dos enormes Árboles de las tulipas (Liriodendron tulipífera) que crecen majestuosos.


Muy cerca, una vieja bola del mundo que formaba un antiguo reloj solar, emerge entre los bojes para recordarnos que el tiempo pasa lento, pero inexorable para todos.


El camino discurre bajo las copas y, más abajo, descubrimos un espacio de descanso con fuentes, una mesa y un antiguo molino destinado al aceite.


Un poco más allá, en el límite de la finca, se encuentra un sendero que nos conduce a la zona de las cascadas. Aprovechando un pequeño manantial que cruza la finca, se creó este encantador lugar lleno de la magia y dinamismo, que genera el agua en movimiento.

Y entre la espesa vegetación, un lugar que muestra la relevancia histórica de Rivadulla: el banco y mesa de Jovellanos. Aquí se cree que el jurista, político e ilustrado escritor pudo haber finalizado su libro “Memoria en defensa de la Junta Central, durante su estancia en la finca en 1811.

En Rivadulla, el dinamismo evolutivo de una vegetación dominadora, creciendo libremente entre los viejos muros de piedra y la arquitectura del jardín, crean una sensación especial, mágica y misteriosa que solamente poseen algunos lugares elegidos.
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