En un espacio escondido de la Garrotxa, cercano al rio Fluvià persisten los restos de una sorprendente actuación, ejemplo de “land art” y “art povera”. Aprovechando el entorno fluvial y los materiales reciclados que le ofrecía, se fueron creando durante décadas, diferentes espacios y obras que surgen inesperadamente entre la naturaleza.


El llamado “Parc d’en Garrell”, nombre con el que se conocía a Josep Pujiula, artista e inventor autodidacta que ejerció su profesión de mecánico tornero hasta su jubilación en 1999, contiene distintos laberintos y torres, construidas con troncos recogidos del bosque y otras sorprendentes creaciones.

Durante casi cinco décadas, Garrell se dedicó a jugar con su entorno, a dominar la naturaleza, a crear un espacio donde todo estaba en equilibrio con el entorno, a pesar de hacerlo sin planificación, sobre la marcha, según su propia definición.


Además de sus estructuras laberínticas formadas con restos vegetales recogidos del entorno, construyó también una cueva tallada en la roca y distintas esculturas metálicas que van apareciendo de manera desordenada a lo largo del camino.


La parte que persiste es solamente una pequeña proporción de lo que realmente se construyó. Las denuncias de autoridades locales, de la Agencia Catalana del Agua, las obras de la autovía y los destrozos de vándalos, llevaron al propio autor (un ocupa de la naturaleza, como se denominaba a si mismo) a desmontar toda su obra y volver a levantar nuevas construcciones hasta cuatro veces.


Finalmente la declaración de Bien Cultural de Interes Local en 2014, ofreció una protección de la obra y permitió al artista seguir trabajando en su obra, hasta que murió allí mismo en 2016. Ahora los visitantes pueden contemplarla y comprobar como el paso del tiempo, va transformando hasta su desaparición, unas intervenciones efímeras pero de alto calado cultural, que valorizan el entorno.
Situación: https://goo.gl/maps/vNT7N7xyUrUkq2zs5